Como ya hemos compartido en el apartado de Evaluación de El Telar de Música, entendemos la evaluación como una parte fundamental del proceso de aprendizaje, y suscribimos las propuestas de Neus Sanmartí sobre la perspectiva de evaluar para aprender.
Según Sanmartí, la evaluación tiene una doble dimensión:
Reguladora del aprendizaje, por tanto, orientada a identificar y superar las dificultades en el proceso de aprendizaje. Este tipo de evaluación será formativa cuando somos los docentes quién, mayoritariamente, tomamos las decisiones sobre este proceso. Y formadora, cuando es el alumnado quién toma mayoritariamente las decisiones
Valorativa, en la medida que debe permitir valorar los resultados del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La Evaluación para Aprender es un tipo de evaluación formadora que se focaliza en la distancia entre el punto de partida del alumnado y el punto de llegada deseado. Se basa en la idea de que, para que los aprendizajes sean más efectivos, es necesario que quién aprende:
Entienda claramente lo que se espera que aprenda.
Reciba un feedback en relación a la calidad esperada de su trabajo y cómo mejorarlo.
Se involucre en las tareas escolares: tomar decisiones sobre los pasos a seguir, ser consciente de los errores y autoregularse.
Però... ¿Cómo lo llevamos a la práctica? ¿Cómo lo trasladamos a la realidad del aula?
Os invitamos a ver un ejemplo claro y simple de una práctica de evaluación formadora fantástica, que puede ayudarnos a responder estas preguntas: la mariposa de Austin.
AUSTIN'S BUTTERFLY
¿No os parece que después de este ejemplo es más fácil plantear la evaluación formadora en el aula? ¿Nos ponemos a ello?